RIBABELLOSA 18 DE JULIO DE 1860 : ECLIPSE DE SOL

 El dieciocho de julio de 1860 hubo un eclipse total de sol. Al estar previsto que Vitoria iba a ser uno de los sitios donde mejor se iba a apreciar el fenómeno,  llegaron a la ciudad numerosos astrónomos como Moelder de Dorpat, Weyer de Kiel, el insigne H. Goldschmidt, etc. y otras personas de ciencia de muchos países  europeos. Ocuparon con sus instrumentos, como mejor lugar para la observación, el alto de Santa Lucía. Los vitorianos los acompañaron en la observación del fenómeno natural con medios más modestos, como cristales ahumados. El momento máximo de eclipse se dio   a la una y treinta  y siete minutos de la tarde.

    Actualmente existe en dicho alto un pequeño monumento en forma de pirámide con una  inscripción que lo recuerda y dice así: “En este terreno se situaron las misiones científicas enviadas por diferentes naciones para estudiar el eclipse total  de sol que tuvo lugar el día 18 de julio de 1860”.  Una calle próxima, en el barrio de Santa Lucía,  se llama de Los Astrónomos. Así se veía ese monumento en 1960 (Fotografía Cadena Ser) y en la actualidad





Sin embargo, en una localidad alavesa, Ribabellosa, también se concentraron astrónomos para seguir ese eclipse de sol, y que dieron sus frutos para la ciencia, como veremos a continuación. 




Para hablar de esta localidad alavesa, merece la pena remontarnos al año 1.877, y transcribir lo que Ricardo Becerro de Bengoa, en su Libro de Alava comentaba sobre “Ribabellosa”: lugar doblemente célebre por un hecho histórico y otro científico.

El primero fue la reunión de las Juntas Generales de Alava en 11 y 12  de octubre de 1.463, en la que se discutió y  aprobó el famoso cuaderno de las Ordenanzas.

El segundo (y que ahora nosotros queremos evocar) fue la realización del propósito que el eminente físico y sabio astrónomo Warren de la Rue, concibió en su observatorio inglés de Kew (Londres), de estudiar las protuberancias o llamas que se observaban alrededor del sol en los eclipses, para determinar si eran una ilusión óptica, o si pertenecían a la luna o la sol.

Trasladóse este ilustre hombre a Rivabellosa con ocasión del eclipse de 18 de Julio de 1.860, situó su observatorio en una altura inmediata, y allí, con su aparato foto-heliográfico, obtuvo magníficas pruebas fotográficas, que demostraron que dichas protuberancias de hidrógeno incandescente pertenecían al sol.

Creo que el ayuntamiento del pueblo debía conmemorar estos dos hechos, recordándolos en dos inscripciones grabadas en dos piedras que se incrustasen en la fachada de la casa del municipio.

Hasta aquí lo que Becerro de Bengoa escribió.

Sir Warren De la Rue, (15-01-1815, Guernsey, 19-04-1889, Londres). 





Se educó en el Collège Sainte-Barbe en París y al acabar entró en el negocio de impresión de su padre. En 1851 desarrolló una de las primeras máquinas plegadoras de sobres verdaderamente efectivas, esta se exhibió en la Gran Exposición de Londres de 1851. A partir de 1852 su interés se centró en la aplicación de la fotografía a la astronomía. Con un telescopio especialmente diseñado, llevó a cabo la propuesta de Sir John Herschel de fotografiar el Sol todos los días.

L´Eclipse Solaire du 18 Juillet, 1860”. Este es el título de un folleto que cayó en manos de Sir Warren de la Rue, ofrecido por el Dr. Mädler cuando visitó Rusia en 1858. Entre otros datos, ese artículo incluía un mapa de España en el que se mostraba la trayectoria calculada de la zona de totalidad del eclipse total de sol que se produciría el 18 de julio de 1860. 



Observando este mapa Warren empezó a planificar sus próximas actividades, de manera que en esa fecha estaría preparado para observar este fenómeno natural. Aprovechando el viaje también visitó Königsberg, para ver el daguerrotipo obtenido en el eclipse total de sol de 1851 con el heliómetro del Observatorio Real de la ciudad, por el astrónomo Johann Friedrich Berkowski. Se consiguió una imagen nítida a pesar de que el tiempo de exposición fue de unos 90 segundos. El primer impulso de Sir Warren fue planificar su observatorio teniendo la costa Cántabra como lugar donde instalar su observatorio y base de operaciones. Sin embargo, cuando trasladó esta primera intención a su amigo Charles Vignoles, Ingeniero Jefe de la Compañía de Ferrocarriles de Tudela a Bilbao, que por aquellas fechas estaba desarrollando su trabajo en la construcción de esta línea férrea, este le desaconsejó dicha ubicación debido a las nieblas matinales que podían desarrollarse en esa zona y que arruinarían su proyecto. En cambio, le animó a instalarse en Miranda de Ebro, mejor aún, en una pequeña localidad muy cercana llamada Rivabellosa, donde podría estar más tranquilo y aislado.

Sir Warren consiguió una subvención de 150 Libras de un fondo gubernamental, al final la cantidad de gastos superó ampliamente las 450. El viaje hasta Santander y Bilbao se haría bajo el auspicio de la Expedición Himalaya organizada por la Royal Astronomer en un barco de transporte de tropas, el HSS HIMALAYA, cedido por la Marina Real, que zarparía de Plymouth el 7 de julio de 1860. 



Unas sesenta personas entre científicos, esposas y ayudantes viajaron hacia España para montar diferentes observatorios. Cabe destacar que esta expedición Himalaya no fue la única que llegó a España para observar el eclipse total, se dispersaron por la franja de la totalidad más de 30 expediciones procedentes de once países diferentes.





El equipo científico que acompañaría a Sir Warren estaba formado por: Mr. Beckley, Mr Reynolds (como asistente de fotografía), Mr Downes y Mr E. Beck. Un pintor, Joseph Bonomi “the Younger” y posteriormente se sumaría Mr. S. Clark como intérprete.

 Para tomar las fotografías se utilizaría el fotoheliógrafo Kew, colocando las placas fotográficas en el foco principal, lo que le permitiría obtener imágenes detalladas de la superficie solar (unas 4 pulgadas de diámetro). Como contrapunto, iba a disminuir mucho la luminosidad de la imagen, poniendo en riesgo que los colodios de las placas no fueran impresionados durante la fase de la totalidad. Este punto había que tratarlo a fondo y hacer pruebas de manera que hubiera una completa seguridad de que el resultado fuera satisfactorio. De ello se encargaría la “Asociación Británica de Fotografía Celestial”. Hasta principios de junio de 1860 no tuvo los resultados de esta Asociación, asegurándole que podría llevarlo a cabo con éxito. Se tuvo que construir un nuevo pedestal para el fotoheliógrafo, pero que fuera transportable, así que se diseñó uno fabricado con varias piezas que serían montadas en Ribabellosa.





 Este elemento del observatorio se quedó en el lugar donde se estableció el campamento como señal para marcar su emplazamiento, pero con el paso del tiempo desapareció y no se sabe dónde pudo acabar. Se diseñó y construyó un laboratorio fotográfico a base de tablones, lonas y con un gran depósito de agua para realizar el trabajo de preparación y tratamiento de las placas fotográficas que se usarían durante el eclipse.

Todos los productos químicos necesarios se tenían que transportar desde Inglaterra, para posteriormente ser mezclados en el laboratorio, de esta manera se evitaba que durante el agitado viaje, por mar primero hasta Bilbao y en carruajes y diligencia posteriormente hasta Ribabellosa se degradara su calidad. Solamente el material científico que se utilizaría para esta expedición pesaba cerca de 1800 kilogramos. La tarde del 11 de julio el grupo humano y el material necesario se encontraba ya en el lugar del campamento. 



Se alojarían en casa de los Sáenz de Santamaría, en la plaza Mayor del pueblo. 



Después de visitar la zona se eligió una era cercana a un camino, para facilitar el transporte de agua hasta el campamento. El propietario de la era, a pesar de estar en época de cosecha y de que la instalación del campamento suponía un trastorno en su quehacer diario, rehusó recibir remuneración alguna por ello. 





Desde esta tarde hasta el día del eclipse se tenía que desarrollar una actividad incesante, para que en los algo más de tres minutos que iba a durar la totalidad, 3´39´´ exactamente, no surgieran imprevistos o sorpresas que arruinaran la precisa planificación que se había realizado para esta ocasión. Montar el campamento, ajustar los equipos de observación, tomar medidas astronómicas, cotejar las tablas con referencia a Greenwich que se habían preparado, establecer, con la colaboración del campamento que otro grupo encabezado por Sir George Biddell Airy, otro de los grandes astrónomos y matemáticos de la época, que se había situado en el pueblo cercano de Pobes, una línea meridiano, practicar con los telescopios y el ingenioso ocular plateado diseñado por Sir Warren para observar el sol y que permitía una mayor o menor protección según se girara, cálculos de posición del sol y posibilidad de observar otros planetas y/o estrellas durante la totalidad y muy importante , revisar , calibrar y comparar entre si, los cronómetros que Sir Warren había desplazado hasta España.





 Esto fue un quebradero de cabeza, ya que, durante el traslado desde Inglaterra, a pesar del cuidadoso embalaje en el que fueron depositados, habían sufrido el traqueteo que alteró su precisión. Llevó tres cronómetros: un Leplastrier 2915, un Frodsham 9768 y otro Frodsham 3094.



Hasta la noche del 14 de julio no contaron con noches despejados para poder hacer observaciones y mediciones necesarias para situar la latitud del campamento usando la Estrella Polar. Los datos geográficos del campamento después de hacer precisas mediciones fueron: • LATITUD 42º 42´ • LONGITUD 11´42,7´´ (tiempo de retardo del Sol en pasar por el meridiano del campamento, con respecto a Greenwich) • ALTITUD 1572 PIES. Tenían que seguir practicando y ensayando y el día 18 se acercaba rápidamente. La mañana del 18 de julio amaneció desasosegadamente nublada. Hasta las 10 de la mañana no empezaron a verse algunos pequeños claros entre las espesas nubes. Por fin 20 minutos antes de que empezara el eclipse el cielo estaba completamente despejado, solo alguna línea de nubes por el horizonte… Vignoles había acertado con la elección del punto de observación. El Alcalde de Miranda había enviado al observatorio cinco guardias a caballo, para poner orden en caso de que se organizara algún barullo. La noticia de que un importante científico inglés estaba en los alrededores había despertado la curiosidad por el eclipse y unos 200 paisanos se acercaron hasta Ribabellosa. Con el fin de poder facilitar la observación del eclipse a Juan, su atento ayudante local, sir Warren le ahumó un cristal con unas cerillas (hoy en día sería impensable utilizarlos por el peligro que conlleva). Todos los visitantes demandaban uno de esos cristales y si juntas fuego y un suelo con restos de paja seca … pues eso, pasó lo que tenía que pasar, se inició un fuego que estuvo a punto de arruinar la observación del eclipse . Hubiera sido trágico que después de todo, un fuego originado por ti mismo, destruyera dos años de preparativos…Civilo Guinea, alcalde de Rivabellosa se encargó de organizar a los entusiastas espectadores , exigiendo silencio y respeto hacia el trabajo de los científicos. (Datos descritos por Javier Martín Ferrero- 01/09/2020 Miranda de Ebro)

El trabajo de Warren de la Rue no puede considerarse mera curiosidad científica. En aquella época se desarrollaban gran número de discusiones acerca de la naturaleza del Sol y fueron precisamente las técnicas de fotografía solar ideadas entre otros por Warren de la Rue, las que abrieron camino en el conocimiento de de la heliofísica, pudiendo demostrar su famosa teoría que del sol emanaban numerosas protuberancias de hidrógeno incandescente, siendo, además,  en Rivabellosa de los primeros lugares donde se realizaron estas fotografías, junto con las realizadas por Angelo Secchi, director del Observatorio Romano, desde el parque natural del desierto de Las Palmas en Castellón. 



Sus imágenes estereoscópicas (formadas combinando dos fotografías tomadas sucesivamente) del Sol y la Luna fueron la sensación en la Exposición Internacional de 1862 en Londres. 



Hizo observaciones utilizando técnicas fotográficas que demostraban, al ser comparadas con las tomadas por otros colegas desde otros puntos de observación, que las prominencias (protuberancias coloreadas en rosa o llamas rojizas) observadas durante los eclipses solares totales, están conectadas con el Sol y no con la Luna. Esta duda se mantenía desde 1842, cuando Francis Baily las descubrió desde el observatorio de Pavía. También aportó nuevos conocimientos a la química y la electricidad, particularmente a través de sus experimentos con baterías y sus estudios de bombillas de filamento de platino y descarga eléctrica en gases. Fue dos veces presidente de la Chemical Society y durante dos años presidente de la Royal Astronomical Society. El obituario RAS de De La Rue simplemente dice: "En la historia de la fotografía celestial en este país, el Sr. De La Rue es preeminente"

La propuesta de Becerro de Bengoa al Ayuntamiento de grabar inscripciones con estos dos acontecimiento, siguió en pie durante muchos años , y 111 años después, en 1988,  y coincidiendo con el 525 aniversario de las Juntas de 1.463, fue colocado en la Plaza Mayor de Ribabellosa un monolito recordando la efeméride, que convendría restaurarlo ya que se hace difícil su lectura





 pero no así el recuerdo a la observación del eclipse, que tardaría unos años más en cristalizarse: en el año 2010 se colocó una placa  y reloj solar en recuerdo de aquella efeméride.






En el 150 aniversario también se realizó una interesante exposición de fotografías que se tomaron con ocasión del eclipse de sol en Ribabellosa. La asociación sociocultural Lagunak Erribera Beitia de Ribabellosa, junto con la asociación astronómica Orión de Miranda, preparó una serie de actividades en el pueblo para conmemorar el 150 aniversario, entre las que se incluyeron observaciones solares y astronómicas, charlas y exposiciones.

Queremos añadir también que entre los testigos, junto con los científicos de todo el mundo, se encontraron los vecinos, seguramente ascendientes de muchos de los pobladores de la actual Ribabellosa, quienes contemplaron seguramente con gran curiosidad la forma de desenvolverse con sus aparatos a esos científicos.









 Entre los que vivieron aquel acontecimiento podemos encontrar a un niño de casi ocho años de edad, Santiago Ramón y Cajal, padre de la neurociencia, Premio Nobel de Medicina en 1.906, quien dejó escrita su vivencia de la que transcribimos algunos de sus párrafos: el eclipse de sol del año 60 había sido anunciado por los diarios y fue esperado por la gente con gran impaciencia. Muchas personas, protegiendo sus ojos con cristales ahumados, corrieron hacia colinas donde podían ver el eclipse con mejor comodidad. Llegó la hora anunciada y los cálculos se cumplieron con exactitud. Durante el eclipse, la inquietud llena toda la naturaleza, como me hizo observar mi padre. Para animales y plantas el eclipse es una contradicción, como si de repente las fuerzas naturales que gobiernan su vida fallaran. Comprendía que el hombre tiene en la ciencia un instrumento poderoso de de previsión y dominio. Lo que no es seguro que Santiago Ramón y Cajal lo viera en Ribabellosa, como se firma en algunas páginas en internet.


 

 


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