¿QUIEN ERA EL SALUDADOR? ¿QUÉ HACIA CUANDO IBA POR LOS PUEBLOS?

 ¿QUIEN ERA EL SALUDADOR? ¿QUÉ HACIA CUANDO IBA POR LOS PUEBLOS?


En Llodio la tradicional fiesta de San Roque se dedica al mismo por ser el patrón de la peste y otras epidemias. Pero también no olvidemos que a San Roque se le tiene por el patrón de los perros.

Y por ello me ha parecido oportuno, pensar en San Roque y relacionarlo con otras epidemias que afectaban en aquellos tiempos medievales a nuestros antepasados, como era la rabia que transmitían principalmente los perros, de los que había que protegerse si estaban infectados para que no te mordieran y te transmitieran la rabia.

Aunque el nombre de saludador y su interpretación puede dar lugar a la persona que saludaba a los vecinos cuando iba a los pueblos, nada más lejos de la realidad.

Los saludadores fueron unos peculiares personajes en España, y en nuestro País Vasco también, desde la Edad Media y cuyo oficio era supuestamente el de sanar a afectados por la enfermedad de la rabia, ya serían personas o animales. Saludador era la persona que devolvía la salud.

El vocablo, hoy en desuso, se refería tiempo atrás en España para designar a ciertos personajes asimilados a curanderos que, aplicando saliva, usando determinadas preces y echando el aliento sanaban supuestamente a los afectados por la enfermedad de la rabia o hidrofobia, ya fueran personas o animales.

Contaban con la confianza y aplauso de la gente e incluso de las autoridades como hemos localizado en este caso en Espejo-Valdegovía, donde encontramos en sus libros de cuentas del año 1.814 un gasto pagado por su Concejo: “100 reales que se le dieron al Saludador de Poza y su acompañado incluido el gasto”

Si acudimos al Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, éste lo define como “Embaucador que se dedica a curar o precaver la rabia u otros males con el aliento, la saliva y ciertas deprecaciones y fórmulas”. Proveniente del latín salutator-oris, etimológicamente saludador es aquel que restaura la salud.

Los saludadores no sólo proclamaban sus habilidades para sanar los mordidos por animales rabiosos, sino que ampliaban sus servicios a luchar contra otros padecimientos o contagios e incluso a preservar las cos chas y librar las poblaciones y sus ganados de las alimañas.

Quizá de esta ampliación de sus servicios, muchos llegaron a ser embaucadores.

Ello dio lugar a que los saludadores, fueran examinados por la Iglesia, para otorgarles la oportuna licencia para ejercer el oficio, examen que realizaban los propios obispos o el Tribunal del Santo Oficio. En ese examen se discernía si eran verdaderos saludadores, dotados, excepcionalmente, de una gracia divina o don sobrenatural para curar –en cuyo caso se les otorgaba licencia— o si, al contrario, se trataba de embusteros que figuraban tener facultades especiales, engañando así a los ingenuos o supersticiosos, para conseguir beneficios económicos. Esta última opción era, al parecer, la más común. Hubo casos también en que la Inquisición actuó contra saludadores acusados de haber pactado con el demonio.

En la literatura clásica aparecen los saludadores en obras de Quevedo y Calderón de la Barca, y también en El Lazarillo de Tormes, de quien se supone fue obra de un autor con apellido de origen alavés, Diego Hurtado de Mendoza y Pacheco.

Con el descubrimiento de la vacuna de la rabia por parte de Pasteur, en 1885, empezó a producirse un giro en el concepto de esa enfermedad y en la práctica médica y veterinaria para tratarla. Se generalizó así la denuncia pública de los saludadores, a los que, cada vez más comúnmente, se les presentaba públicamente como unos embaucadores que comerciaban con la superstición y la ignorancia popular, frente a los cada vez más seguros criterios de la ciencia médica.

Y estos fueron los saludadores.


(Fotos bajadas de internet para ilustrar el texto)

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