EL PUEBLO DE MUNIANO EN KUARTANGO
EL PUEBLO DE MUNIANO
Hace mucho tiempo, en una época muy lejana, había
un lugar pequeño y maravilloso llamado Muniano, en la ladera derecha del río Baias,
a la par de Kuartango, entre Anda, Katadiano y Sendadiano. Precisamente, con
este último pueblecito tenía sus ofensas y afrentas mas graves.
Los vecinos de estos pueblos los tenían por ser de
épocas primitivas, y los relacionaban con los dólmenes, cavernas y vestidos de
piel (y es verdad, que vestían así). Pero la relación con la prehistoria no era
otra cosa que fantasía popular, que no era nada creíble.
Otra historia oral, en cambio, lo unía a
características y a una situación que no es nada nueva, es decir, sin
especificar demasiado, con los agotes, Pero eso no es otra cosa que un
planteamiento equivocado, creada por alguno que lo habría conocido o creado, y que
por casualidad el que ha llegado hasta nosotros.
Entre las hipótesis, la más creíble, es la que nos
cita el núcleo que ahora describiré.
El pueblecito lo componían seis o siete chabolas, en
las cuales vivían amontonados, principalmente, cuando unos soldados, que habían
huido de la parte sur del Baias, y los vecinos de Sendadiano destruyeron un
monasterio templario. Se unieron los ciudadanos y soldados, adueñándose del
monasterio para recogerse en su alrededor, y los del monasterio huyeron a
Muniano.
El Monasterio estaba 500 metros más abajo del
anterior Sendadiano, hacia arriba, y había dos caseríos; uno en San Vitores y
el otro en un nombre de lugar llamado entonces Logorri. Los frailes de este monasterio tenían
muy buenas relaciones con los de Muniano y como se quedaron sin protección fueron
allá. Además, los de Sendadiano les atacaban con frecuencia, quemando sus
chabolas, robándoles las tierras y también haciéndoles trabajar para ellos,
como esclavos, en la labranza, en la construcción y en la fabricación de tejas.
No tenían iglesia y eran verdaderos desposeídos, los que no aparecían en ningún
archivo eclesiástico, y que no tenían ninguna propiedad.
Entre sus habitantes no había ni mujeres ni niños,
y como consecuencia de lo anterior tenemos que suponer que serían refugiados,
principalmente visigodos que andaban sin rumbo, y posteriormente afectados de
lepra, sin que tampoco se pueda dejar a un lado los que por crímenes o por
cualquier otra cosa, incluso la persecución religiosa, que hubiese personas
huidas.
Los antiguos monjes templarios no elegían sus
emplazamientos de cualquier forma. Lo hacian estratégicamente, en colinas
mágicas, por eso elegían hacia el oeste. El camino de Santiago, tras pasar el
monasterio se desviaba de Muniano, y también el camino de Orduña. Pero lo que
realmente les interesaba era Marinda, ‘Mari-handia’ (la gran Mari), la gran
bruja. Un paraje embrujado anterior a Anboto y Zugarramurdi. Su presencia
producía miedo en aquel tiempo, temor que únicamente los habitantes de Muniano
superaban, acaso guiados por los sucesores del Monasterio.
Entorno a su malvada intención se llevó a cabo la
construcción de ermitas. Artesolo, desaparecida a finales del siglo XVIII, otra
de la que se desconoce su localización, y las que actualmente existen la de la Trinidad
y San Antonio.
En la base del Marinda está la iglesia del pueblecito
del mismo nombre. En Artazuela desapareció otra al mismo tiempo que el pueblo,
desconociendo yo cual sería el motivo.
Estos desposeidos consiguieron poseer un molino
para cereal y buenas relaciones con los de un hostal que estaba al otro lado
del río Bayas. Allí vivieron hasta el
final del siglo XVIII, cuando fueron masacrados cruelmente y arrebatadas sus
pertenencias.
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